Una mala mano.

Hay veces que la partida se presenta con una mala mano. No queda más que retirarse o ir de farol. Retirarse es de cobardes, así que con tu órdago adelante, el juego se va definiendo. No todo sale mal. Tampoco sale todo bien, pero las dudas se despejan y los adversarios o bien se fortifican en sus posiciones o bien claudican, rindiendo así pleitesía con todo cuanto quedó apostado. Surcas aguas revueltas en un viaje a ninguna parte, pues el final cada vez está más cerca y no tienes ni ancla ni amarras.

Hasta hacerte añicos contra el muelle.

La celeridad...

La celeridad con que transcurren los acontecimientos me aboca al abismo de mi persona, y miro abajo sin miedo a caer aferrándome bien a mis propias lindes por si acaso me sintiera incapaz de no dejarme llevar a todo lo que allá en el fondo parece que podría ser y no soy, y veo que...

No es abismo.

Es un charco.

Y refleja lo que soy.

Su fin a cada historia.

Cuando da vueltas todo lo cuadrado

que redondeé en todas las esquinas

en tugurios de cócteles de espinas

busco tres pies al gato del pasado.

Canta la vida pobre y triste fado,

suenan tristes acordes en cantinas,

sufre la alegría de hambres caninas

cuando quiero dar vida a lo acabado.

Tras cada pliegue encuentro algún recuerdo;

tiempo de gloria pasada, de euforia,

hallo en cada minuto que ahora muerdo.

Llega siempre su fin a cada historia,

impío con el loco, siendo él cuerdo;

dibuja y borra así toda memoria.

Nunca ha sido fácil...

Nunca ha sido fácil reinventarse. Meterse el orgullo por donde más duela, y, llegado adentro, tirar de él hacia fuera y darse la vuelta del revés como un saco al que queremos vaciarle la mierda acumulada.

Porque ya fue suficiente todo lo retenido. Ya fue más que de sobras lo guardado en el interior. Se excedió lo que la vida decidió arrojar a tu interior como si de un contenedor de frustraciones, ilusiones rotas y emociones perdidas se tratase. Todas juntas y sin reciclar.

Ahora falta sobrevivirle a una purga. Que hasta al lastre se acostumbra uno.

Cuando te persiguen...

Cuando te persiguen y toda dirección que coges es de peor avanzar que cualquier otra...
Cuando crees que has dado esquinazo y de golpe aparece frente a ti tu verdugo...
Cuando lo que había terminado no hace más que empezar...
Cuando sientes cómo el aire se hiela y se torna irrespirable...
Cuando te oprime el peso de tu propio ser...
Cuando todo lo que pudo no haber sido, de golpe y porrazo, es...

Sólo puedes agazaparte y esperar a que pase la tormenta.

Hízose la luz.

La luz, que da color a todo aquello que no es de triste gris, ha llegado. Y, con ella, los colores, poco a poco, como un revuelo de pájaros entorno a flores de cardo, vuelven a su sitio. Lo rojo, vuelve a ser rojo. Lo azul, azul. Y lo verde, más verde que nunca.

Como los brotes de una nueva primavera tras un largo y frío invierno, aunque ha sido casi como el florecer de las ramas de los tempranos almendros de la orilla del camino; quizás demasiado pronto para cuajar, quizás la señal de que algo grande ha comenzado.

Pero no todo van a ser brotes tiernos; siempre tendremos las duras piedras del camino sobre las que pisar cuidando de no trastabillar y acabar con todo demasiado pronto.

¿Quieres...?

¿Quieres pintarlo todo y darle color? ¿No te gustan los matices de luces y de sombras del gris?

Entiendo... El gris es el color de las sombras, no el de las luces. Las luces son de colores.

Recuerda... Por mucho que pintes, sólo verás colores si hay verdadera luz.

¿Quieres dejar de verlo todo negro?

Sí, sí... Querer es poder. Cómo olvidarlo.

Malditos refranes...